⊂(◉‿◉)つ Entre lo Digital y lo Íntimo: Mi Vida como Ciborg

El presente ensayo realizará un análisis crítico de las lecturas "Manifiesto Cyborg: ciencia, tecnología y feminismo socialista a finales del siglo XX" de Donna Haraway y "Un cuarto propio conectado. (Ciber)espacio y (auto)gestión del yo" de Remedios Zafra, relacionando estas ideas con mi vida cotidiana.

Desde pequeña, las historias de fantasía y ciencia ficción han sido una de las representaciones más importantes en mi día a día. Recuerdo pasar horas jugando videojuegos junto con mi hermano. Un día, mientras jugábamos a un juego de aventura llamado Jet Force Gemini, noté la apariencia de un personaje: un perro llamado "Lupus". Le comenté a mi hermano que Lupus no me parecía un perro normal, sino que tenía algo diferente. Mi hermano explicó que Lupus era una mascota especial porque tenía un traje que simulaba un tanque, permitiéndole disparar balas y volar con propulsores debajo de sus patas. Lo denominó un "perro cyborg".

Otra cuestión que noté es que los cyborgs en películas, libros y videojuegos son mayormente representados por hombres cuyo fin es dominar alguna sociedad. Esto se relaciona con los dualismos en las tradiciones occidentales que ejercen dominación sobre mujeres, personas de color, animales, la naturaleza y otros organismos (Haraway, 1984). Para mí, esto refleja una relación quebradiza entre máquina y organismo. Personalmente, creo que no debería existir una lucha entre ambos y que, como sociedad, podemos fortalecer la unión y aceptar que no somos seres puramente orgánicos.

A continuación, me enfocaré en otro concepto importante relacionado con el universo cyborg: “el cuarto propio conectado”. Para jugar videojuegos, leer y ver historias de ciencia ficción, necesitaba un lugar específico: mi habitación. No voy a mentirles, tengo una relación tóxica con mi cuarto; a veces le tengo cariño y otras veces lo detesto. Es un espacio para descansar y ocupar mi tiempo de ocio, pero también debo mantenerlo limpio y ordenado, lo cual me frustra.

Pienso que este disgusto por mantenerlo limpio está asociado con lo que dice Zafra (2010): “un cuarto propio forma parte de una casa y, como tal, la casa ha sido tradicionalmente feminizada e identificada con las mujeres por las actividades que las supeditaban al cuidado de la familia y a la crianza de los hijos” (p. 3). Esto me causa conflicto porque creo que el hogar no debe asociarse sólo con labores domésticas realizadas por mujeres, sino ser un lugar donde todos los miembros colaboren, generen conocimiento y descansen.

Mi cuarto está designado sólo para mí; ocasionalmente, mi familia y mis mascotas entran, pero quien mantiene su privacidad soy yo… o eso creía. Con el simple hecho de estar conectada a Internet, mi esfera privada se convierte en pública. Este escenario online abarca mis relaciones académicas, laborales y afectivas con las personas con las que intercambio información (Zafra, 2010). Opino que, a menos que saque todos los aparatos electrónicos de mi cuarto, este no volverá a ser privado. Pero, ¿realmente quiero eso? No encuentro desastroso compartir un pedazo de mi vida en este universo online.

Para mejorar mi relación con mi cuarto, debo verlo como un cuarto propio conectado: un área no marcada por una tradición masculina, enfocada en la experimentación para mi trabajo creativo digital. Es importante no ir a los extremos designándolo como un escenario exclusivamente público o privado, sino una combinación de ambos (Zafra, 2010). Cuando Zafra menciona que “el cuarto propio conectado hablaría de un espacio al que se vuelve voluntariamente, habiendo previamente salido” (p. 8), me hace reflexionar sobre mi experiencia durante la cuarentena por COVID-19. Aunque tenía el control sobre mi movilidad, no me sentía feliz de regresar a mi cuarto. Recuerdo que lo hacía voluntariamente, pero porque no tenía muchas opciones; ya que había decidido no salir a convivir con gente y sólo ir a ciertos lugares cuando era necesario.

Estoy consciente de que hay más material en ambas lecturas, pero solo mencioné los puntos que para mí tienen significado y pude relacionar con mi entorno. Disfruté mucho leer ambos textos y cada uno aportó considerablemente a mi manera de pensar. Gracias a estos escritos, veo menos la vida desde enfoques extremistas, entendiendo que no tiene por qué existir una brecha que divida a la máquina del organismo ni lo público de lo privado.

Bibliografía

-Haraway, Donna. 1995. "Manifiesto cyborg: ciencia, tecnología y feminismo socialista a finales del siglo XX". En Ciencia, cyborgs y mujeres: la reinvención de la naturaleza. Madrid: Cátedra.

-Zafra, Remedios. 2010. Un cuarto propio conectado. (Ciber)espacio y (auto)gestión del yo. Madrid: Fórcola Ediciones.